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Introducción

El enfoque conceptual que preside la organización de las actividades de la Cátedra supone que, en toda sociedad, existen condicionantes sociales de la dinámica demográfica y condicionantes demográficos de los procesos socio-políticos.

Desde un primer punto de vista, la expresión dinámica demográfica engloba al conjunto de hechos relacionados con el crecimiento, la composición y la distribución espacial de la población. Estos hechos sintetizan la influencia, por un lado, de las estructuras demográficas resultantes de la dinámica pasada y, por otro, de los comportamientos individuales y familiares actuales relativos a los llamados fenómenos demográficos: nupcialidad, fecundidad, mortalidad, migraciones internas e internacionales. Desde un segundo punto de vista, la dinámica demográfica de una sociedad constituye una suma ponderada de las dinámicas propias a las diferentes clases y estratos sociales localizados a lo largo del territorio nacional, cuyos volúmenes relativos representan los respectivos coeficientes de ponderación. Ello es así porque los hechos y fenómenos demográficos son diferenciales (en nivel y/o tendencias) según estratos social y regionalmente diferenciados.

El término condicionantes sociales alude al conjunto de fenómenos inherentes a cada una de las dimensiones de lo social –económica, política, ideológica, cultural, psico-social–, ya sea que las mismas se aprehendan en términos de procesos o en términos de estructuras. Se los denomina «condicionantes sociales de la dinámica poblacional» en la medida en que esta última está íntimamente ligada a las estructuras sociales y a sus transformaciones en el tiempo. Por dar un ejemplo, es innegable que la orientación de las políticas públicas (económicas y sociales) que determinan el funcionamiento de los mercados de trabajo, la distribución del ingreso, el acceso a la vivienda, la educación y la salud, así como la incidencia de la pobreza, tienen efectos directos sobre los comportamientos individuales y familiares que, a nivel agregado, determinan el nivel y fluctuaciones de la dinámica demográfica nacional.

Por su parte, la expresión condicionantes demográficos de los procesos sociales apunta a poner de relieve que el crecimiento, composición y distribución espacial –actuales y futuros– de la población pueden incidir sobre los procesos sociales. Esto es evidente en fenómenos tales como: la preservación del medio ambiente; la cantidad y calidad de la oferta pública de servicios sociales; la cobertura de la seguridad social en sus diversos componentes (prestaciones familiares; jubilaciones y pensiones; etc.); la planificación urbana y regional; la morfología del sistema de clases sociales; los niveles y direccionalidad de la movilidad social; etc.

Ahora bien, en una sociedad, la dinámica demográfica se constituye en cuestión social cuando los principales actores sociales (partidos políticos, movimientos sociales, organizaciones comunitarias, etc.) visualizan su incidencia (actual y/o futura) sobre el logro de objetivos de desarrollo o de otros objetivos nacionales como un «problema». Surge entonces la idea de que es preciso promover «soluciones» al mismo, las que necesariamente revisten las formas de políticas públicas encaminadas a modificar el curso previsto de aquella incidencia para facilitar el logro de esos objetivos.

Esto es paradigmáticamente lo que sucedió en América Latina –y más en general, en el orden internacional– desde la década de 1960, cuando, como consecuencia de la rápida caída de la mortalidad en la posguerra y del mantenimiento de los niveles seculares de fecundidad, se produjo una rápida aceleración del crecimiento vegetativo en los países subdesarrollados. A partir de entonces, en la comunidad internacional se afianzó la convicción de que los fenómenos demográficos constituyen una dimensión específica de todos los procesos sociales y, por tanto, deben ser debidamente integrados en el diagnóstico actual y futuro de cualquier política pública. En otros términos, se consolidó la idea de que ninguna sociedad puede dejar librado a su curso espontáneo aquellos fenómenos de los que dependen el tamaño, la composición y distribución espacial de la población.

En la Argentina (que había tenido una política de población explícita y exitosa antes de 1930), no obstante, este debate se diluyó, quizás debido a las ininterrumpidas urgencias de la coyuntura. Ello puede explicar que, a pesar de su indudable trascendencia social, la dinámica demográfica argentina del ultimo medio siglo nunca llegara a constituir un punto específico del debate político. También, que la acción de gobiernos de muy distinto signo haya mostrado un carácter segmentado y por demás errático, tanto en el orden legislativo como en el relativo a la organización de competencias dentro del Estado. En efecto, en este dominio, por comparación al resto del mundo, incluidos los países subdesarrollados, nuestro país ha estado y está notoriamente rezagado.

En el marco de estas preocupaciones y con el deseo de comenzar a llenar estas lagunas, se orientan las actividades de la Cátedra Demografía Social, concebida como un área específica en el campo más amplio de las «ciencias de la población» –enfoque moderno e interdisciplinario del dominio que, en el pasado, se denominaba «demografía»–. Su propósito es contribuir a la formación de especialistas con una sólida base en teoría, metodología y técnicas de análisis demográfico basado en datos estadísticos; especialistas capaces de abordar de manera interdisciplinaria, el diagnóstico actual y la prognosis futura de las causas y consecuencia de los fenómenos socio-demográficos.

La Cátedra realiza actividades docentes, de investigación y de difusión. También es un lugar reconocido para la acreditación de subsidios de investigación, de becarios y de investigadores de carrera del CONICET, UBACYT, FONCYT, etc

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